Entonces conoce al nieto de la propietaria, el ex jugador de hockey y actual recluso Lucian Osmond, y ve su propio dolor y anhelo reflejados en sus ojos.
Es encantador cuando quiere, pero también reservado y rudo, con muros de protección tan gruesos como los de Emma. A pesar de la creciente atracción, se evitan mutuamente.
Pero entonces se produce un baño nocturno improvisado, y las deliciosas tartas caseras y los pasteles de nata de Lucian empiezan a llegar a la puerta de Emma, tentándola a probar la vida de nuevo...
Al tratar de mantenerse separados, sólo se acercan, y sus pedazos rotos podrían encajar y hacerlos completos.
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